El Dr. Luis A. Pacheco es investigador no residente del Centro de Estudios Energéticos del Instituto Baker. Cuenta con más de 35 años de experiencia en la industria energética, incluidos 17 años en PDVSA, la compañía petrolera nacional de Venezuela, donde ocupó altos cargos como el de CEO de BITOR (filial de crudo pesado de PDVSA) y Director Ejecutivo de Planificación Corporativa.
También fue Vicepresidente Senior de Planificación y Tecnología en Pacific Exploration & Production (2008-2016), la mayor empresa privada de petróleo y gas de Colombia y Perú.
Pacheco ha impartido clases en la Universidad Simón Bolívar (Venezuela) y conferencias en instituciones como la Universidad de los Andes (Colombia), el Tecnológico de Monterrey (México), Harvard y Georgetown. Es ingeniero mecánico de la Universidad del Zulia (Venezuela), con títulos de máster de la Universidad de Manchester y de doctorado de la Universidad de Londres.
1. Profesor Pacheco, desde una perspectiva histórica e institucional, ¿qué representa la salida de Chevron de Venezuela para la industria petrolera nacional y su posicionamiento en el sistema energético global?
La licencia general 41B obliga a Chevron a paralizar sus operaciones donde PDVSA es socia, reactivando las sanciones a la compañía estatal. Esto es evidencia de que inversiones de largo plazo, como son las petroleras, no pueden basarse en permisos temporales, como son las licencias de la OFAC, o en arreglos institucionales cuyo fundamento político es frágil. Hoy día, infortunadamente, y a pesar de las licencias de los últimos años, que le han dado cierto aliento a su industria petrolera, Venezuela es un actor menor en el mundo energético global, muy por debajo del potencial que su base de recursos justificaría. La retirada de Chevron, y de las otras petroleras internacionales, reduce aún más su relevancia en el sector.
2. Considerando el rol operativo de Chevron en varias empresas mixtas, ¿qué consecuencias técnicas, productivas y económicas inmediatas prevé usted sobre los yacimientos que quedarán bajo control exclusivo de PDVSA?
Uno pudiera especular con que, en un corto plazo, PDVSA y sus técnicos deben ser capaces de mantener la producción y las instalaciones – además no está muy claro si Chevron se quedaría en el país, como estaba antes de la licencia 41, salvaguardando sus activos; hay que recordar que Chevron tiene un contrato firmado con PDVSA, por cierto, confidencial, podemos presumir debe imponer alguna obligación en ese sentido.
Las dificultades que debe afrontar la estatal estarían en otros frentes. Primero, ¿a cuál mercado se dirigiría la producción que, con la licencia general 41, podía ir a los EE. UU.?; los mercados asiáticos, por vías “secundarias”, materializan descuentos importantes en el precio. Segundo, ¿para la producción en la faja del Orinoco, de dónde provendría el diluente que hasta ahora venía importando Chevron? Sin ese diluente, la producción de crudo diluido o transporte a los mejoradores se complicaría. Tercero, ¿puede PDVSA operar de manera continua el mejorador del crudo de la Faja? De los cuatro mejoradores de los proyectos de la Faja del Orinoco, todos construidos a partir de la Apertura Petrolera, solo uno se ha mantenido en operación: PetroPiar (Chevron), sobre todo durante la vigencia de la Licencia 41. Y cuarto, ante las necesidades fiscales del Estado, que ahora se profundizan, ¿cuánta inversión en esos contratos está dispuesto el régimen a permitir?
3. ¿Está la actual estructura de PDVSA en condiciones de absorber, mantener y operar con eficiencia los activos que Chevron deja atrás, o estamos ante una probable contracción de la producción y daño de la infraestructura con la cual operaba Chevron?
La respuesta a esta pregunta es una combinación de las respuestas a las preguntas anteriores. No es solo un tema de gente o estructura, que son importantes, sino de que el arreglo institucional y político dentro del cual se desenvuelve PDVSA, hoy, la ata de manos y, por más que quisiera o tuviera los recursos técnicos, no puede obrar milagros. La existencia de las licencias y la aplicación de la llamada ley antibloqueo, le permitían soslayar esos obstáculos estructurales, pero como ya dije, eso ha demostrado ser una estructura frágil e insostenible.
4. ¿Qué horizonte de recuperación productiva considera realista para el país, en caso de un cambio en las condiciones políticas y regulatorias? ¿Hablamos de años, de décadas, o de un proceso incierto?
Tratar de contestar eso con certidumbre es muy difícil. Cualquier cambio político que mejore el marco institucional y que reconozca, como lo hizo la Apertura Petrolera de la década de los 90 del pasado siglo, de la necesidad de atraer capital privado (como de facto lo han hecho en este siglo los gobiernos chavistas) es solo un primer paso. De la palabra al hecho, tomará al menos años, pero aclarando que el país cuenta con ventajas competitivas. También es crucial recordar que el petróleo y el gas son negocios globales, y las condiciones de ese mercado también tendrán un rol fundamental.
5. Usted presidió la Junta Administradora ad hoc de PDVSA. ¿Qué balance hace de esa experiencia como mecanismo de protección patrimonial y qué lecciones deja para una eventual reconstrucción institucional de la industria?
Desde el punto de vista profesional, fue una experiencia enriquecedora poder contribuir a lo que en ese momento se definió como una estrategia coyuntural para salvaguardar activos que se vislumbraban a las puertas de ser rematados por los acreedores. El trabajo legal y operativo que esa junta sigue llevando a cabo, a pesar de las dificultades y de los ataques desde ambos lados del espectro político, es de admirar. Ahora bien, la lección más importante, y que debíamos haber aprendido desde la estatización del año 1975, es que la falta de alineación entre los intereses políticos de corto plazo y los objetivos empresariales, es el mayor obstáculo en el camino de una empresa estatal, y que esa alineación es casi siempre muy difícil de obtener.
6. CITGO ha sido presentada por muchos como el “activo estratégico” más valioso que queda en manos de la República. ¿Cuál es su diagnóstico actual sobre su situación legal, operativa y política? ¿Puede ser una palanca para la recuperación nacional o su destino está en riesgo?
El presidente de Maraven acostumbraba a decir que cuando alguien justificaba una inversión como estratégica, él se agarraba a su cartera, pues seguro era una mala inversión. Ahora bien, lo que hoy llamamos CITGO, que es lo que queda de la de la denominada “Internacionalización” de PDVSA a finales del siglo XX, fue sin duda una estrategia exitosa para asegurar mercado a la creciente producción de crudos pesados que se proyectaba en ese entonces; esa estrategia, fue copiada después por los árabes y más recientemente por PEMEX.
Desde que llegó Hugo Chávez al poder, y en particular Rafael Ramírez a PDVSA, comenzó un desmantelamiento de la internacionalización, vendiendo refinerías, en EE. UU. y Europa, en procesos poco transparentes y sin destino declarado para esos ingresos. Al final solo quedó CITGO, con tres refinerías y activos asociados, que, aunque no se alcanzó a vender, sí fue empeñada en procesos de endeudamiento por el régimen actual.
A la pregunta: ¿es CITGO un activo estratégico, hoy? La pregunta debería ser: ¿cuál es la estrategia, hoy? Si PDVSA tuviera hoy la producción para enviar a CITGO, pues CITGO sería un buen activo de tener, dependiendo de su rentabilidad. Si no fuera de PDVSA, la misma producción pudiera ir a CITGO u otras refinerías en el golfo de México (América), a las mismas condiciones de mercado, muy distinto a cuando se diseñó la internacionalización. Hay gente que piensa que, en una coyuntura de cambio político, tener CITGO facilitaría traer combustibles a Venezuela y quizás por eso la considera estratégica; una opinión legítima. Pero no debemos olvidar que, en la realidad, legalmente, la propiedad de CITGO está en manos de un juez en Delaware que preside sobre una subasta para pagar a los acreedores de la república y de PDVSA, resultado de las acciones de las administraciones chavistas. Y que no se ha perdido aún gracias a las acciones legales de la junta ad hoc y la protección del ejecutivo norteamericano.
7. Más allá del caso Chevron, ¿qué condiciones cree usted que deben darse para que el capital nacional e internacional vuelva a confiar en el sector energético venezolano? ¿Qué reformas son prioritarias?
Aunque ese es un tema multivariable, pienso que lo principal es restablecer la institucionalidad del país, que necesariamente pasa por un cambio político basado en elecciones justas y transparentes. El respeto al derecho de propiedad, la seguridad jurídica en general, las leyes laborales, las condiciones de seguridad física, serían todas partes fundamentales de esa prioridad. Si miramos a Colombia a principios del siglo XXI, eso fue, a grandes rasgos, en lo que trabajaron para atraer exitosamente el capital para la industria. Las compañías están dispuestas a tomar los riesgos del negocio, si ven sostenible el andamiaje institucional que mitiga los riesgos de superficie.
8. ¿Considera importante una nueva Ley de Hidrocarburos? ¿Qué aspectos relevantes debe cubrir?
Una mejor ley de hidrocarburos es sin duda crucial, pero una que tenga un consenso político suficientemente robusto para que sea sostenible en el tiempo. Es por ello, que debe trabajarse en buscar nuevas síntesis, entre la visión estatista que nos ha acompañado durante la mayor parte de nuestra vida republicana y que condujo al monopolio petrolero y el entendimiento sincero de que ese modelo no nos es útil para el desarrollo de los recursos que tenemos.
9. Finalmente, si tuviera que trazar los elementos de una hoja de ruta mínima para la reestructuración de PDVSA o de la industria de los hidrocarburos en general, ¿cuáles serían sus pilares fundamentales desde una visión técnica y de gobernanza?
No existe una hoja de ruta mínima, o acometes los cambios necesarios debidamente consensuados, o corres el riesgo de quedarte a medio camino. En todo caso, pienso que hay que empezar por definir los objetivos. La discusión no es acerca de las herramientas, sino acerca de qué queremos lograr a partir de desarrollar una industria petrolera moderna y dinámica. Si le preguntamos a un ingeniero, hablará de barriles y pies cúbicos. Si le preguntamos a un abogado, hablará de leyes. Si le preguntamos a un economista, hablará de regalía e impuestos. Si le preguntamos a un político, pensará en cómo repartir la renta.
Así las cosas, es tarea del liderazgo encontrar síntesis efectivas entre objetivos que pueden ser contradictorios, pero estando dispuesto a adaptarse a una realidad dinámica. Yo pudiera suscribir, por ejemplo, la idea de una Agencia Nacional de Hidrocarburos, a lo noruego o brasilero, pero, así como esas agencias representan las idiosincrasias y realidades de esos países, debo preguntarme cómo implantaría esa idea en mi realidad para que sea efectiva. En fin, quizás la más difícil de las preguntas para contestar. Al menos tenemos casi 50 años de historia para aprender de nuestros aciertos y errores.
Las opiniones expresadas por el Dr. Pacheco son personales y no reflejan necesariamente la postura o posición de la empresa.